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Abran paso a Tsitsipas

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El joven griego, de 20 años, derriba a Nadal con un descaro fabuloso (6-4, 2-6 y 6-3, en 2h 34) y afronta a Djokovic en la final de Madrid. El balear aterrizará en Roma sin haber ganado todavía ningún título

Tiene Stefanos Tsitsipas ese algo especial, ese no sé qué diferente que conduce a pensar que si el guion no se tuerce puede hacer grandes cosas. Tiene el griego 20 añitos y un porvenir maravilloso porque lo hace todo muy bien, de siete u ocho hacia arriba, sin fisuras ni tachas que puedan descompensar por algún lado su juego. Tiene una derecha poderosa y un revés a una mano desbordante, y un servicio de lo más intimidatorio. Tiene también brazos y piernas larguísimas, así que cubre pista y tapa huecos como un pulpo. Y tiene, por encima de todo, ese algo de lo que carecen muchos jugadores de su edad: los pies sobre la tierra, la cabeza muy bien amueblada y el verdadero deseo de triunfar.

Ya había tumbado a Novak Djokovic, a Roger Federer y anoche, de madrugada, abatió a Rafael Nadal en un pulso loco que fue de una dirección en otra, y que podía haberse resuelto hacia un lado u otro. Al final, el griego se impuso por 6-4, 2-6 y 6-3 (en 2h 34) y apartó al mallorquín del enésimo clásico con Novak Djokovic, que a primera hora de la tarde había derribado a Dominic Thiem en un duelo fabuloso (doble 7-6, en 2h 22m). De esta forma, Tsitsipas disputará su segunda final de un Masters 1000 (debutó en Canadá 2018) y definitivamente pide paso, mientras otros jóvenes de su hornada se despistan constantemente o han perdido la brújula por el camino.

No así el griego, el chico constante que pudo morir ahogado en las aguas del Egeo y que desde hace un año y medio viene emitiendo señales luminosas, avisos muy serios de que lo suyo no es un farol y de que es una apuesta firme de presente y futuro. Trae el pack completo Tsitsipas: tiene físico, golpes, personalidad y no se arruga. Lo hace todo muy bien y se crece ante los retos mayores. Doblegar a Nadal en Madrid lo era, y cuando el balear había cogido una dinámica ascendente lo frenó en seco. Le privó de la final de este domingo (18.00, #Vamos y Teledeporte) y plantó otro interrogante en el camino: a estas alturas del curso, y después de tres torneos sobre arcilla, el contador de Nadal sigue a cero.

“Tenía claro lo que tenía que hacer. Simplemente, no he podido hacerlo”, expresó el número dos en la sala de conferencias. “En el tenis se trata de ganar o perder. He ganado mucho en esta superficie, y ahora no estoy pudiendo hacerlo. He aceptado las victorias siempre con normalidad y naturalidad, y ahora tengo que hacer eso también con las derrotas”, prosiguió. “Espero aceptarlo bien. Creo que tengo tenis y tiempo por delante. Lo único que tengo que hacer es estar sano y jugar bien. Ya veremos qué ocurre la próxima semana en Roma”, selló el español, de menos a más ayer, pero impreciso cuando el partido requería de esa dosis extra que suele llevar en el bolsillo.

Desgobierno, embestidas e instantes críticos

Transcurrió todo en una noche desapacible en el barrio de San Fermín, con el viento haciendo diabluras en la central de la Caja Mágica y la bola dibujando extraños todo el rato, muy difícil de domar para uno y otro. Se contagió el partido de la atmósfera, y se tradujo en el desgobierno del arranque. Destemplados los dos en el inicio, se repartieron sendas bofetadas en los primeros turnos de servicio, y en ese terreno inestable el que salió beneficiado de la escena fue Tsitsipas, engañoso porque pese a su 1,93 se mueve como una ardilla.

Volvió a plantear otras dos embestidas –ante una sola réplica de Nadal– para adjudicarse el primer set, aunque luego fue perdiendo gas y cediendo pista. El número dos comenzó a imponer su criterio y cogiendo carrerilla, diseñando un nuevo escenario que a priori iba a derretir al joven y a premiar al veterano. Y así fue, pero solo durante cinco juegos. Entonces, Nadal fue haciéndose grande y Tsitsipas fue dejándose ir, hasta que el chico recuperó todo el descaro y trazando golpes con tiralíneas. Ahí se invirtió la historia. El español falló un par de voleas muy claras y su rival enfiló directamente la victoria.

Venía el ateniense con una carga brutal de partidos (12 en 10 días entre Estoril, el dobles y el individual de Madrid), pero lejos de suponer un lastre le sirvió de lanzadera. Arrebató seis veces el servicio a Nadal, mientras que este falló en los instantes críticos y solo logró convertir cinco opciones de break de 16. Sorteó el de Manacor tres puntos de partido, pero finalmente se inclinó y su progresión se cortó en seco. No era noche para heroicidades y, por tercera vez consecutiva en los tres últimos torneos, se despedía en las semifinales. No era el día ayer. Anoche, la gloria le pertenecía al tenista que reclama el futuro a bocados.

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